jueves, 25 de mayo de 2017

LOS OTROS

   Abrí los ojos. Después de una completa oscuridad, pude ver la luz que se encontraba a lo alto de mi cabeza lastimera. Miro alrededor para realizar el hecho de que me encuentro en un hospital, lo cual me sorprende y desconcierta, pensé que nunca más iba a despertarme; o al menos ese era el plan. Me levanto de la camilla de metal y me dirijo a la salida. Nadie parece dispuesto a detenerme por lo que salgo. Camino unas cuantas cuadras hasta que me topo con un parque y empiezo a caminar. Muchas personas paseando sus perros o parejas tomadas de las manos, y el resto de la gente no repara en mi presencia; pero una chica sentada en una banca me sigue con los ojos bien abiertos Le devuelvo la mirada mientras me acerco. Me sigue observando mientras me siento a su lado; y cuando termino de acomodarme, me doy cuenta de que está vestida de una forma muy ¿oscura? para estar en el parque en un día soleado, al igual que yo. No decimos nada, observamos a las personas que pasan en completo silencio, y yo soy el que decide romperlo preguntándole cosas, a las que ella responde de forma cortante o simplemente ignora. Después de aproximadamente una hora, me dice que tiene que irse y que podemos vernos mañana a la misma hora en el parque.
  A la mañana siguiente, mientras espero el autobús, todas las personas están mirando sus teléfonos y yo los miro deseando tener el mío conmigo para no morir de aburrimiento. El transporte llega y todos suben, pero antes de que yo lo haga, el conductor cierra la puerta en mi cara y cuando golpeo para que me abra, solo se dedica a seguir mirando al frente y a arrancar dejándome ahí parado. No me creo que me haya dejado varado; sé que una parte de los conductores está automatizado: “abrir puerta”-“cerrar puerta”, pero golpeé y grité lo suficiente para que, al menos, volteara la cabeza.
Encaro el camino, que aparentemente será a pie, hacia mi encuentro con la chica que no me dijo su nombre. Mientras camino, una mujer que habla por teléfono se tropieza con una baldosa floja y cae: su celular y bolso caen en la vereda. Intento ayudarla, pero cuando extiendo mi brazo para levantarla del suelo, mi mano traspasa su cuerpo. Abro mis ojos y frunzo el seño mientras doy pasos hacia atrás, un hombre que va a socorrer a la caída atraviesa completamente mi cuerpo como si yo solo fuera de aire. Miro la escena que está pasando en frente de mis ojos y entro en pánico. Pero ninguna de las personas parece darse cuenta de que estoy ahí parado. Me largo a correr sin dirigirme a ningún lado, solo para huir. Termino en el parque y de repente viene a mí el recuerdo de que alguien sí me vio el día anterior: la chica de la banca hasta habló conmigo y por eso tengo que encontrarla lo antes posible. Recorro todo el lugar hasta que por fin me topo con ella, me acerco y le pregunto cómo es posible que ella me vea y me escuche cuando ninguna persona lo hace.
-Solo te diré una cosa- comenta mientras se acerca – ¿Te despertaste en algún lugar inusual últimamente? ¿Posiblemente un hospital?- asiento como respuesta esperando que prosiga –Terminaste ahí por un intento de sacarte la vida o un estado de depresión severa, ¿no es cierto?- vuelvo a asentir -Yo pasé lo mismo: nosotros no queríamos vivir, odiábamos la vida. Nuestras muertes, no fueron por causas naturales ni por un accidente y nuestras almas estaban rotas o perdidas. Somos los otros, un par de almas en pena que rondan por aquí exactamente como nos sentíamos en vida: como seres incomprendidos. Somos invisibles.